Con los pies a remojo mientras pescaban en el río con un palo por caña, los calzoncillos enrollados hasta las rodillas y el rostro bañado por el sol de septiembre, aquellos soldados podrían haber pasado por dos campesinos. Y por el mismo proceso deductivo del ser humano, los dos hombres que habían esperado escondidos entre los arbustos para robarles los caballos y los uniformes y que poco después cabalgaban por un camino de tierra, que reían su hazaña, se asemejaban lo suficiente a dos cabos del bando rival si eran avistados a través de la mira de un rifle.
(Relato finalista de la XI edición de Relatos en cadena, semana 18).
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