Lo nuestro empezó a ritmo de Hey Jude, fueron tardes de guateque, vinilo y primeras veces. Después, con los años, aprendimos a rebobinar las cintas con un boli y a grabar nuestras canciones preferidas de la radio, pero el locutor siempre nos estropeaba el final. Pensamos que nuestros problemas habían acabado con la llegada del cedé aunque aquella calma duró poco; el mp3 nos abrió un mundo —infinito— de posibilidades y la música en streaming terminó por saturarnos. Así que tengo que admitir que esto de volver al tocadiscos, en plan retro, ha sido una buena, una buena, una buena…
(Relato finalista del concurso Wonderland de RNE).
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